(Una petita reflexió, sense més, que vaig escriure l'octubre de 2003, quan encara fumava un paquet al dia.)
La novedad de los cigarrillos no son aquellos cartelitos en blanco y negro que advierten al fumador que FUMAR MATA; ni la inminente salida al mercado de cajetillas con fotos a todo color de pulmones ennegrecidos de nicotina y cáncer [cosa que, que jo sàpiga, va acabar per no sortir]; la novedad son los agujeritos que dan la vuelta entera al filtro, un anillo casi invisible de agujeritos en su mismo centro. A más agujeritos, menos tiraje; a menos tiraje, menos placer; a menos placer, más necesidad de encender otro cigarrillo para saciarse lo antes posible. Más cigarrillos, más cajetillas, más consumo de tabaco a pesar de los mensajes de advertencia, la lógica y de cualquier política sanitaria. Otro tema es aquello de que los cigarrillos, entre todos sus componentes químicos, también lleven pequeñísimas dosis de antibiótico y antitusivo, de tal manera que “fumarse un cigarrillo” calmaría los efectos que produce el hecho de “fumarse un cigarrillo”. ¿No es diabólico? Es genial, la verdad. El mundo sigue funcionando con su asquerosa lógica capitalista mientras el humo negro se pierde en el cielo y se acumula en los pulmones...
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